El dolor
El estudio como fin en sí mismo, totalmente desinteresado (o lo que es lo mismo, la filosofía), es la mayor fuente de placer. Al menos, esta visión del placer se parece a la de Epicuro. Platón en el Filebo opina que el placer está en el proceso de obtener la saciedad del deseo. En eso coincide con los rumberos: el placer no está únicamente en el acto, sino en todo el ritual nocturno que lo acompaña, que concluye con la contemplación del amanecer. Epicuro propone el placer como estado de saciedad y tranquilidad. Es una idea ascética del placer: la ataraxía y la aponía, la tranquilidad y la ausencia de dolor. En la concepción activa del placer, éste no puede existir sin su contraparte, el dolor. El dolor es el ingrediente complementario del placer, y el rumbero platónico lo sabe bien. Por eso busca mantener el placer en equilibrio con el dolor. Puede argumentarse que la experiencia siempre demuestra que el dolor termina por inclinar la balanza a su favor. Ése sería un juicio inductivo moral.

Finalmente, lo que mejor se aprende es lo que produce más placer. En un asunto como el de aprender filosofía, o griego (cosas difíciles e inútiles, según la idea vulgar de lo ‘práctico’), donde la memoria juega un papel tan importante, la única forma de perseverar es sentir alguna forma de placer. Un placer tal vez ascético. La memoria funciona estupendamente para recordar lo que nos gusta o nos interesa, es decir, lo que nos proporciona placer sensual o intelectual, y mejor si ambos combinados.
Saludos a los que aún sienten placer en el estudio, a los que se permiten el lujo ocioso de hacer cosas como las que hacemos por el mero gusto de hacerlas. Por eso nuestro griego no debe ser “obligatorio.” Lo mejor es verlo como una materia “electiva.” Uno siempre elige lo que le es más agradable.